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Por Alberto Velázquez López y Ada Bertha Frómeta Fernández

EUGENIO MARÍA DE HOSTOS: CIUDADANO DE AMÉRICA

Dr. C. Alberto Velázquez López

Dra. C. Ada Bertha Frómeta Fernández

 (Escrito por el centenario de la muerte del gran puertorriqueño)

El año 2003 es un año de fechas significativas, y una de ellas es este 11 de agosto, en que se cumple el centenario de la muerte de Eugenio María de Hostos: ilustre puertorriqueño, sociólogo, literato, historiador, geógrafo, pedagogo y político de pensamiento y acción boricua. Destacado patriota, sabio y maestro.

Nace el 11 de enero de 1839 en Mayagüez, de ascendencia materna dominicana y por la paternal cubana. Su abuelo, don Juan José Ostos -y quien le agregó la hache al apellido-, nació en Camagüey. Su padre, Eugenio, en Puerto Rico donde llegó a ser escribano Real y secretario de la Reina Doña Isabel II.

Del apóstol boricua, en el artículo titulado “Catecismo democrático” aparecido en 1876, en México, Martí dijo:

“Eugenio María de Hostos es una hermosa inteligencia puertorriqueña cuya enérgica palabra vibró rayos contra los abusos del coloniaje, en cortes españolas, y cuya lección sólida y profunda anima hoy las columnas de los periódicos de Cuba libre y Sur América que se publican en Nueva York”.

A edad de  24 años, en 1863, Hostos publica su primera gran obra literaria La peregrinación de Bayoán, en la que expone su clara identidad antillana, pues narra la historia del luchador boricua Bayoán, la cubana Marién y el dominicano Guarionex. Son estas tres islas la diana de su concierto poético y político. Después publicará numerosos artículos y tratados de varias ramas del saber, de gran importancia son sus trabajos pedagógicos.

El eminente boricua estudia Derecho en Madrid y allí establece fuertes lazos con los liberales que luchaban por derrotar la monarquía y establecer la república. Aquí conoce al krausismo por sus principales divulgadores, corriente de pensamiento que va a tener una gran influencia en su formación filosófica, ética y política, pero al igual que Martí, comprende que los republicanos españoles no abogarían por la independencia de sus colonias. En 1869, al romper con ellos y emigra a los Estados Unidos.

En la ciudad de Nueva York hace causa común con los independentistas cubanos, comienza a destacarse por su oratoria, prosa y concepciones acerca del proceso revolucionario. También se enfrenta a las tendencias anexionistas, lo que queda expresado en carta de 1870 a Enrique Piñeyro y Miguel Aldama, respectivamente director del periódico La Revolución y presidente de la Junta Cubana en Nueva York. En carta del 27 de abril del propio año y dirigida al Señor Director del Diario Cubano, proclama la necesidad “de cura de dos vicios que ha inoculado en nuestra raza el despotismo. Del primero, producto necesario de aquel funesto principio de autoridad que, además de nuestra libertad, ahogaba en nosotros la dignidad humana, se origina la falsa idea de libertad. Del segundo, engendro maldito del gobierno personal, se produce aquella costumbre de encomendar a otros lo que debemos hacer por nosotros mismos. El primero engendra anarquía; el segundo procrea dictadores hay un ídolo de la multitud, que la esclaviza; y en donde quiera que hay idolatría política, hay un estado latente o patente de anarquía. La sociedad que padece de esos males, no es libre.”

Al detenernos en este texto podemos apreciar la magnitud de su pensamiento y no es difícil comprender por qué se le llame a Hostos el gran maestro de la conciencia latinoamericana.

Su participación en el proceso revolucionario cubano se da desde su estancia en España, al conocer del Grito de Yara, y se mantendrá atento durante toda su vida. Se convertirá en un actor importante a favor de la independencia de Cuba y participa en 1875 en un intento de desembarco organizado por el General Francisco Vicente Aguilera. En carta fechada el 28 de mayo  le dice al General: “Estaba tan decidido a acompañarlo otra vez, que, hasta mis pesares de familia me inducía comprender (…) corrí a casa de nuestro buen Govantes a saber cuándo sucederá entonces. Como mi propósito, en tanto lo referente a nuestras dos antillas, ha sido siempre proceder con la más completa abnegación.”

En 1876, del 31 de octubre al 24 de noviembre, en La Voz de la Patria, semanario neoyorquino de la emigración cubana publica una serie de artículos conocidos como Programa de los independientes, proyecto histórico para la emancipación de las Antillas, documento que se tiene en cuenta para la fundación del Partido Revolucionario Cubano y su contenido está en el Manifiesto de Montecristi, al aspirarse a un régimen político de democracia representativa y de defensa de los derechos de todos los individuos y grupos sociales.

Bolívar para él, es el símbolo mayor de América, siguiendo su pensamiento se plantea la aspiración de crear una Confederación de las Antillas. Pues, al igual que Martí fue inconforme con el nivel de independencia alcanzada en América Latina y cree en que las Antillas están llamadas a garantizar el equilibrio regional y mundial, ello es  para: “que América complete la civilización, sirviendo a estas dos ideas: unidad de la libertad para la federación de las naciones, unidad de las razas para la fusión de todas ellas.”   

El 9 de julio de 1887 se casa con la cubana Belinda Ayala Quintana, hija de médico independentista radicado en Caracas. Los padres de ella se oponen al matrimonio debido a que en ese momento la joven sólo tenía catorce años y él treinta y ocho. Con ella tuvo seis hijos, cuatro de ellos nacieron en Santo Domingo y  los otros en Chile.

Vive en República Dominicana tres etapas, de 1875-1876, 1879-1880 y 1900-1903 en que muere. Por esta isla sintió gran amor, aquí fue director de la Escuela Normal y profesor de Derecho y Economía Política en el Instituto Profesional.

Las concepciones educativas de Hostos, hacen que sea considerado como uno de los más eminentes maestros de Latinoamérica, fundamentalmente como historiador y filósofo de la educación. Es muy reconocido por la aplicación de métodos novedosos y su defensa de que la escuela debe desempeñar nuevas funciones sociales, alejada de todo dogma, fundamentalmente religioso. El Estado debe encargarse de la educación pública, la escuela ha de educar una nueva moralidad, basada en la razón. Plantea la necesidad de “formar hombres en toda la excelsa plenitud de la naturaleza humana”, con el propósito de lograr una patria entera. Su pensamiento educacional se fundamenta en alcanzar el equilibrio entre intelecto, corazón y voluntad. Ve a la familia como pilar de la estructura social y la igualdad intelectual de los sexos, se opone al castigo. Dicho proyecto educacional se corresponde con sus ideales independentistas, pues para él la educación debe ser patriótica, para la toma de conciencia basada en ideales de justicia y libertad.

En Argentina propicia la construcción del ferrocarril Trasandino; la primera locomotora que cruzó los Andes se le llama Hostos en su honor.

Vive en Chile de 1889-98 donde tiene una vida muy activa en lo político, educacional y cultural.  Fue director del Liceo de Chillán y del Liceo de Amunástegui de Santiago. Aquí conoce del nuevo estallido revolucionario de 1895 en Cuba. En carta a Gregorio Luperón, del 16 de noviembre le expresa:

“Ha sonado la hora de un movimiento general, y es necesario, o secundarlo, o producirlo a fin: primero, de libertar a Santo Domingo e independizar a Cuba y Puerto Rico; segundo, de combatir la influencia anexionista; tercero, de propagar la idea de la Confederación de las Antillas”.

El desarrollo de la guerra lo ve con recelo. En carta a Francisco Sellén del 12 de julio de 1896, le expresa: “A todos y a todo conviene que el noble Archipiélago, haciéndose digno de su destino, sea el fiel de la balanza: ni norte ni sudamericanos, antillanos: ésa nuestra divisa, y sea ése el propósito de nuestra lucha, tanto de la de hoy por la independencia, cuanto la de mañana por la libertad”.

Ante la explosión del buque de guerra Maine, el 15 de febrero de 1898, dadas las tendencias de aceptar la intervención norteamericana en la guerra, Hostos alerta del peligro que significa para los planes liberadores antillanos, -días en que es designado representante de las organizaciones chilenas, peruanas, colombianas y venezolanas que promovían la independencia de Cuba y Puerto Rico-.

Una vez que ha estallado la guerra hispano-cubano-norteamericana, viaja para Venezuela, visita la familia de la esposa y va hacia Estados Unidos con fines revolucionarios. Allí sufre su gran frustración, dado el desarrollo de los acontecimientos. A su esposa le dice en carta del 27 de julio de 1898:

“ha sido deber mío el no ir, como pensé en la expedición militar que está mandando a Puerto Rico este Gobierno. Yo hubiera ido como asesor o consejero del General en Jefe, que será también el Gobernador militar de la Isla, una vez conquistada; pero, en primer lugar, hubiera ido para aconsejar a los puertorriqueños que recibieran como libertadores a los norteamericanos, y a estos que recibieran la independencia de Puerto Rico; en segundo lugar, habría ido con el inviolable carácter de patriota, no con el un agente o guía del gobierno y del jefe americano”. Y continúa: “el gobierno americano está poco dispuesto a considerar como amigos suyos a los que poníamos por condición de nuestros servicios la dignidad del pueblo puertorriqueño y la nuestra propia”.

Eugenio María de Hostos y José Martí, a pesar de ser contemporáneos, solo se conocieron por sus textos, pero tienen como coincidencias su amor por la humanidad, su independentismo y antiimperialismo: consecuentes hasta sus muertes. Llegan a ser las personalidades más eminentes de las Antillas en el siglo XIX.

Hostos, muere en República Dominicana, el 11 de agosto de 1903, de muerte natural, pero con el dolor de ver a su “Isla Madre” ocupada por los norteamericanos: peligro que tantas veces alertó.


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