JOSÉ MARTÍ Y LA CIENCIA EN LA POLÍTICA
Ponencia presentada en Conferencia Internacional Por el Equilibrio del Mundo, La Habana, 2003. (Publicado en Revista Isla, Nro. 140, abril-mayo, 2004 Santa Clara, Cuba)
El mundo está en tránsito violento, de un estado social a otro. En este cambio, los elementos de los pueblos se desquician y confunden; las ideas se obscurecen; se mezclan la justicia y la venganza; se exageran la acción y la reacción; hasta que luego, por la soberana potencia de la razón, que a todas las demás domina, y brota, como la aurora de la noche, de todas las tempestades del alma, acrisólanse los confundidos elementos, disípanse las nubes del combate, y van asentándose en sus cauces las fuerzas originales del estado nuevo: ahora estamos, en cosas sociales, en medio del combate. Los hombres inferiores ven con ira la prosperidad de los hombres adinerados, y éstos ven con desdén los dolores reales y agudos de los hombres pobres.
José Martí[1]
Históricamente los estudios del pensamiento político de José Martí han prestado mayor atención a los aspectos humanistas, a su alcance como proyecto liberador, independentista, latinoamericanista y antiimperialista, pero no se han detenido a ver la presencia de la ciencia políticas en dicho pensamiento, y menos, en ver a Martì como un científico político.
El Apóstol como pensador moderno de la política posee una amplia cultura de todo cuanto se publica sobre las ciencias políticas, pero a la vez sus textos políticos son lecciones de ciencia porque es portador de un conocimiento sistematizado, en el que no predomina la empiria. Es un hombre, que al estilo latinoamericano, hace ciencia desde la revolución, en la medida en que propone soluciones viables a los problemas políticos y es capaz de comprender la dinámica del desarrollo mundial y sus perspectivas.
En reiteradas ocasiones, José Martí se detiene en el contenido de la política como actividad, cultura, estrategia, arte y ciencia en las que ofrece una visión dialéctica, fundamentada en el conocimiento de la dinámica social.
Sus concepciones sobre la política como determinación cultural, tiene en su centro el ideal humanista de liberación del hombre, y esta es la clave para la interpretación de la totalidad orgánica de su pensamiento.
La política para él, está dirigida al hombre, la patria y su realización humana, y en función de ello la concibe en relación con el conocimiento como un cualificador y conductor del bien.
Analiza con profundidad la determinación real de la práctica a través de la relación sujeto político y práctica política, en que el hombre en su acción transformadora debe convertir a la política en sí en política para sí, es decir, en acción consciente de todos los hombres, alejada de cualquier actitud contemplativa.
Lo cognitivo en la política consiste en la aprehensión constante del hombre como objeto y sujeto del conocimiento.
Objeto en tanto se requiere conocer sus necesidades, gustos, aspiraciones y motivaciones. Sujeto porque es el propio hombre quien aprehende la realidad social y natural en la lucha por satisfacer sus necesidades y materializar aspiraciones.
Martí ve la sociedad regida por leyes sociales y naturales, el hombre las conoce y puede utilizarlas en beneficio propio, y esta es la función de la ciencia: [...] averiguar la disposición de las fuerzas de la naturaleza, y la manera de su desarrollo [...] [2]
En el artículo La democracia práctica de 1876, Martí denota estar enterado de todo cuanto se publica sobre temas políticos; llama a la democracia filosofía de la paz, y hace mención al desarrollo de las ciencias políticas latinoamericanas. Ante los problemas que caracterizan políticamente a la región plantea: Nada es tan autocrático como la raza latina, ni nada es tan justo como la democracia puesta en acción: por eso no es tan fácil a los americanos convencernos de la bondad del sistema democrático electivo, y tan difícil realizarlo sin disturbios en la práctica.[3]
En el escrito se refiere a la necesidad de una teoría para practicar la libertad, que está en nuestros héroes, y que el libro La democracia práctica[4] de Luis Varela reviste una gran importancia porque enseña cómo se hace política en el mundo. También hace referencia a otros autores que escriben sobre el tema y que con ello están creando la ciencia política latinoamericana.
El conocimiento como resultado de la práctica política presupone un sistema de ideas, aspiraciones, sentimientos, tradiciones y fines definidos y contemplados dentro de la ideología, los cuales conforman la actitud del hombre hacia la toma de partido en correspondencia con el lugar que ocupa en la comunidad humana y en el propio sistema de relaciones sociales.
El hombre debe aprender a descubrir, revelar y discernir cuál es su lugar y papel, y determinar de qué lado está el bien: En el periódico, en la cátedra, en la academia señala Martí- debe llevarse adelante el estudio de los factores reales del país: [...] Resolver el problema después de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos. Viene el nombre natural, indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros, porque no se la administra en acuerdo con las necesidades patentes del país. Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. [5]
En consecuencia, Martí se opone al reflejo simplemente reproductivo y pasivo, que parte exclusivamente de la palabra. El conocimiento por consiguiente tiene su punto de partida en la práctica del sujeto cognoscente que actúa, valora y comunica.
Lo nacional, que se define en lo histórico-social, determina en última instancia la herencia cultural y la relación con la colectividad. Todo ello se expresa a través del sentido de pertenencia e identidad que se logre cultivar de generación en generación y es el medio idóneo, básico del despertar del pensamiento político y la toma de conciencia de la necesidad de participar en las creaciones políticas.
Por su parte, lo concreto en la política es la captación del todo como sistema. El hecho político responde a ideales, pero la política tiene que ser pura, para que no sea enfermiza, demagógica, oportunista y atente contra el progreso humano.
Es una concepción de la política concebida a través de la práctica creadora y movilizadora de los individuos, con vocación de universalidad y trascendencia. En la medida en que los elementos racionales del conocimiento nacen y se consolidan en la práctica, posibilita que el hombre pueda enfrentar las corrientes, tendencias y partidos ideológicos que plantean diferentes vías para la solución de sus contradicciones.
Las aspiraciones y necesidades concientizadas conforman el ideal político, expresándose a través de objetivos, metas y programas; mientras que el conocimiento político, lo constituyen las nociones y fundamentos teóricos que posee el hombre acerca de la sociedad y su dinámica a través del Estado, la historia y la cultura en general. Todo lo cual en su integración conforma la cultura política.
Antes de 1880, no encontramos definiciones sobre el concepto de política con la profundidad que alcanza Martí posteriormente. Su acercamiento al concepto está relacionado con aspectos como la libertad, el antiesclavismo, la felicidad, la independencia, la lucha entre los partidos políticos, el caudillismo y la justicia, tratados en correspondencia con las tareas de esos momentos, en que todavía sus ideales de redención no han tenido las experiencias que alcanzará posteriormente que le permiten una visón más integral de los procesos políticos.
A la radicalización del pensamiento martiano contribuye el desarrollo de las ciencias, entre ellas, las ciencias sociales, así también, la sociedad capitalista que sumida en profundas transformaciones avizora la mayor agudización de sus contradicciones y la carencia de una perspectiva justa. Todo lo cual es fácil de ver por el agudo observador.
Es su etapa de residencia en Estados Unidos, Martí lleva el ritmo más intenso de su vida como hombre de acción política y guía ideológico del movimiento liberador cubano. Lo cual le aporta una serie de condiciones para la maduración de su pensamiento político. Con ello realiza importantes aportaciones al pensamiento cubano y continúa la tradición electiva.
Aquí estuvo influido, principalmente, por los pensadores Ralph Waldo Emerson (1803-1882), figura fundamental del transcendentalismo y el socialista agrario Henry George. El primero le aporta una concepción del mundo esperanzada en la solución de los problemas humanos del capitalismo y el segundo, realiza propuestas concretas para la solución del problema de la tierra y la propiedad.[6]
El primer aspecto que revela Martí en la política es su condicionamiento ético, como deber del hombre sensato, que ha de corresponderse con los mejores ideales de su tiempo: [...] No se llame radical quien no vea las cosas en su fondo. Ni hombre, quien no ayude a la seguridad y dicha de los demás hombres [...][7] Es la participación necesaria de los hombres en las transformaciones de la sociedad, ello requiere del conocimiento de las necesidades e intereses más justos, todo lo cual hace más semejantes a los hombres que inspiran y construyen la historia.
En Martí, el componente cognitivo, es la base del hacer, mediado por la valoración objetiva de las condiciones de cada contienda política. Es opuesto a lo espontáneo, desorganizado e individualizado. Toda actividad política exige la debida definición ideológica. Es aquí la presencia de la ciencia unida a las aspiraciones del hombre.[8]
La política revolucionaria ha de ser científica, y quienes las elaboren y apliquen deben conocer los rudimentos de la misma: no sólo los derechos de los gobernantes y gobernados, sino y sobre todo, la estructura socio-clasista e histórico-cultural de la sociedad, y conducir a los pueblos en la comunión de intereses correspondientes con el bien social.
Para Martí la política es la ciencia de articular los factores sociales diversos para garantizar la independencia nacional, la libertad y la dignidad de los integrantes de la nación.
En la concepción martiana de política hay una referencia permanente al conocimiento de los móviles sociales desde el punto de vista científico. Valora que para alcanzar la obra propuesta, se exige conocer los elementos diversos y comunes que integran la nación y la requerida movilización hacia una participación que propicie soluciones creadoras y originales a las exigencias de la época. Como su movimiento es de masas requiere unidad de pensamiento, que no es servidumbre de la opinión.[9]
La política tiene elementos vivos que se deben tratar de frente y estudiar a tiempo, pues todos sus componentes influyen en la suerte de la nación.[10]
En la década del noventa, ocupa la jefatura de la Revolución Cubana, y es entonces el líder quien profundiza y expresa sus conocimientos sobre la política a partir de una práctica muy exigente, donde la labor de ideólogo le exige explicaciones detalladas. No sólo se detiene en organizar tareas, sino que como parte de su programa de liberación contempla el desarrollo de la conciencia política, lo que implica para Martí el fomento de una cultura política científica. Sus conceptualizaciones de la política expresan la particularidad de esta como ciencia y relación con los demás aspectos del mundo espiritual.
Entre sus definiciones de la etapa encontramos:
- La política no es la ciencia de las formas, aunque sea esto en mucho; sino el arte de fundir en actividad pacífica los elementos, heterogéneos u hostiles, de la nación: y lo primero es conocer al dedillo estos elementos, para no intentar nada que haya de chocar contra ellos, e irles acomodando gradualmente aquellas novedades foráneas que fuesen de posible y útil acomodo [...] [11]
- La ciencia, en las cosas de los pueblos, no es el ahitar el cañón de la pluma de digestos extraños, y remedios de otras sociedades y países, sino estudiar, a pecho de hombre, los elementos, ásperos o lisos, del país, y acomodar al fin humano del bienestar en el decoro los elementos peculiares de la patria, por métodos que convengan a su estado, y puedan fungir sin choque dentro de él. [12]
La política deja de ser un arte propiamente dicho para constituirse en una ciencia para el conocimiento de la realidad, de la historia, las tradiciones y los métodos de lucha. Ya en 1885 había reconocido la existencia de leyes en lo político, pues por su naturaleza espiritual la política tiene una determinación interna y va hacia donde sus leyes la conducen.[13]
La función social de la política científica está en dirigir hacia lo posible el país con los componentes reales; de promover elementos de amalgama y el arreglo prudente de los factores inevitables que han de crecer unidos para bien de todos los cubanos.[14]
De aquí que al referirse al Partido Revolucionario Cubano plantea que: ha de surgir, por toda ley humana y local, por todo lo que prueba y anuncia la verdadera ciencia política, la ciencia de los antecedentes semejantes y los resultados necesarios, una guerra ciega y parcial, si no se la dispone con amor y estudio, o fuerte o completa si se ligan a tiempo sus elementos... [15]
Es visible la obligatoriedad de la unidad entre los medios y el fin, subordinados al bien común y progreso nacional. Martí ve en la educación política el medio esencial para lograr la comprensión de su proyecto por los demás patriotas, y para ello recurre a la política como ciencia. Ciencia política, como él mismo le llama, elaborada sobre la experiencia práctica, sacada de la derrota y de ahí que sea una práctica viva. En su concepción tanto de la ciencia, como de la política, el hombre y la utilidad del bien, lo vivo es lo que es capaz de fundar y de reproducir dentro de lo natural, autóctono y práctico.[16]
Comprende que el problema nacional requiere una solución y lo fundamental es erigir un gobierno que garantice la libertad política como premisa para alcanzar formas más amplias y perfectas de emancipación humana, donde el status del hombre sea el móvil que lleve a toda la sociedad a velar por este fin, que es crear las condiciones para que el individuo conquiste y despliegue sus facultades: El gobierno de los hombres es la misión más alta del ser humano, y sólo debe fiarse a quien ame a los hombres y entienda su naturaleza [...][17], También que: El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma de gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país. [18]
Martí asume el hombre latinoamericano como sujeto, agente de los cambios que se producen y que en él se concreta la cultura de su pueblo. Es el hombre hacedor de su historia y cultura hombre natural- quien asume en la práctica una actitud movilizadora, donde razón y sentimiento actúan recíprocamente hacia la realización de su ser esencial.
La concepción martiana sobre la unidad revolucionaria como elemento clave se sustenta en el conocimiento de la política como ciencia, como método de transformación. Al respecto plantea: Los que intentan resolver un problema, -no pueden prescindir de ninguno de sus datos. Ni es posible dar solución a la honda revuelta de un país en que se mueven los diversos factores, sin ponerlos de acuerdo de antemano, o hallar resultado que concuerde con la aspiración y la utilidad del mayor número.[19]
La unidad como estrategia política es la ciencia de articular los factores sociales diversos para garantizar la independencia nacional, la libertad y la dignidad de los integrantes de la nación sobre la base del bien común. Desde la vertiente ideológica, la formación de concepciones sobre la patria constituyen los elementos claves para llegar a la unidad en la realización del proyecto revolucionario.
En resumen, en la concepción martiana sobre política hay una referencia permanente al conocimiento de los móviles sociales desde el punto de vista científico. Valora que para alcanzar la obra propuesta, se exige conocer los elementos diversos y comunes que integran la nación y la requerida movilización hacia una participación política que propicie una solución creadora y original a las exigencias de la época. Como su movimiento es de masas requiere unidad de pensamiento, que lejos de ser servidumbre de la opinión, es pensamiento unido a conocimiento.[20]
Hay en José Martí una concepción de la política, en que la ciencia junto a lo ético, convierten a la política en fuerza redentora capaz de unir y garantizar el triunfo:
... La ignorancia mata a los pueblos, y es preciso matar a la ignorancia. El fanatismo contribuye al enervamiento, y es preciso extinguir el fanatismo. La ciencia ciega en verdades no probadas y que no tienen medio humano de probarse, destruye la dignidad de la inteligencia y la del carácter. Es preciso fomentar el estudio de las ciencias como vía única para el conocimiento de las verdades. [21]
[1] José Martí: Cuentos de hoy y de mañana por Rafael de Castro Palomino. La América, Nueva York, octubre de 1883. O. C., t. 5, p.109. En lo adelante, las referencias a textos martianos remitirán a esta edición, salvo que se exprese lo contrario, por lo que sólo se consignará O. C., tomo (t.) y página (p.) donde aparece el texto aludido.
[2] José Martí: La Opinión Nacional, 15 de junio de 1882. O. C., t. 23, p. 317.
[3] José Martí: Revista Universal de México, 7 de marzo de 1876. O. C., t. 7, p. 347
[4] Libro al que Martí dedica un importante comentario en Revista Universal de México el 7 de marzo de 1876. O. C., t, 7, pp. 347-349.
[5] José Martí: Nuestra América. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. O. C., t. 6, p. 18.
[6] Isabel Monal (1973) hace un análisis detallado de la influencia de Henry George en Martí. José Martí: del liberalismo al democratismo antimperialista Casa de las Américas, 13 (76), mayo-junio, La Habana, pp. 27-30.
[7] José Martí: A la raíz. Patria, 26 de agosto de 1893. O.C, t. 2, p. 380.
[8] Martí pone el énfasis en el conocimiento racional exhaustivo de: a) la situación política concreta y mudable; b) de sus agentes; c) en la previsión de las alternativas posibles de su curso ulterior; d) en la actuación consecuente sobre estos procesos según objetivos fijados de antemano; e) en el aglutinamiento de las fuerzas sociales capaces y necesarias para la consecución de los fines. Miguel Limia David: Individuo y sociedad en José Martí. Editorial Academia. La Habana, 1998, p. 12.
[9] José Martí: Generoso deseo. Patria, 30 de abril de 1892. O. C, t. 1, p. 424.
[10] Una demostración profunda de esta referencia está contenida en la carta a Ricardo Otero del 16 de mayo de 1886. O. C, t. 1, p. 193.
[11] José Martí: Obra citada. O. C., t. 7, p. 58.
[12] José Martí: Crece. Patria, 5 de abril de 1894. O. C, t. 3, p. 117.
[13] José Martí: Carta al señor Director de La Nación, mayo 29 de 1885. O. C., t. 10, p. 246.
[14] José Martí: El Discurso en conmemoración del 10 de octubre de 1868 es una clase de ciencia política y de filosofía práctica en la exposición de un programa de liberación a través del reconocimiento de las necesidades y posibilidades objetivas y subjetivas para la nueva contienda armada y que en esos momentos se realizaba a través de la lucha de ideas, que tiene una gran importancia por la diversidad de criterios en cuanto a la solución del problema cubano. Hardman Hall, Nueva York, 10 de octubre de 1890. O. C., t. 4, p. 248.
[15] José Martí: Discurso en Hardman Hall. Nueva York, 31 de enero de 1893. O. C., t.4, p. 317
[16] José Martí: Idem, O. C., t. 4, p. 259-265.
[17] José Martí: Carta al Señor Director de La Nación 16 de mayo de 1886. O. C., t. 10, p. 449.
[18] José Martí: Nuestra América. El Partido Liberal, México. 30 de enero de 1891. O. C., t. 6 p. 17.
[19] José Martí: Lectura de Steck Hall. Nueva York, 24 de enero de 1880. O .C., t. 4, p. 205.
[20] José Martí: Generoso deseo. Patria, 30 de abril de 1892. O. C, t. 1, p. 424.
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