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Por Alberto Velázquez López y Ada Bertha Frómeta Fernández

JOSE MARTI Y LA EDUCACION PARA AMERICA LATINA

Dra. C. Ada Bertha Frómeta Fernández
Dr. C. Alberto Velázquez López
(Publicado en Revista Cielo de América, Nro 1, Universidad Bolivariana, Caracas, 2008)
En José Martí no está el propósito de desarrollar una teoría de la educación, su verdadero objetivo es participar activamente en cada polémica de su época, y exponer de forma coherente y justa lo que piensa con un único fin: formar el hombre nuevo latinoamericano, capaz de transformar la sociedad. Es dentro de este marco que él presenta sus ideas educacionales.
Su pensamiento educacional es esencialmente humanizador, con un propósito claro: desarrollar una cultura del ser humano, en la cual la dignidad ocupa el lugar central, por considerarse la virtud más alta del hombre y de su espiritualidad creadora.
Estamos en presencia de una obra fundadora con infinitos cauces aprehensivos, donde un simple acercamiento a las esencias resulta útil, si tenemos en cuenta que el Maestro deja abundantes conocimientos en la esfera educativa y aún hoy tiene mucho que enseñar.
La concepción martiana de la educación no surge por generación espontánea, constituye un proceso complejo que contempla antecedentes socioculturales e históricos, la época que vivió Martí con sus respectivas influencias, así como su propia cosmovisión que le sirve de fundamento. Todos ello deviene en mediaciones centrales, condicionamientos y determinaciones que dan realidad a su ideario educativo. Se trata de un proceso de asimilación y creación, con vocación ecuménica raigal.
La historia de la humanidad reconoce a la Revolución Francesa de 1789 como el hecho que universaliza los proyectos de cambios socio-políticos, pues presenta una nueva ideología que provoca un viraje en las ideas filosóficas, económicas, políticas, sociales y especialmente educacionales de la época.
Inglaterra es el modelo teórico de Francia, sobre todo por la influencia de John Locke (1632-1704) y de la ciencia newtoniana. Inician este movimiento Charles L. Montesquieu (1689-1756) y Voltaire (1694-1778). Sin embargo, es Jean Jacques Rousseau (1712-1778) la figura principal de la Ilustración Francesa en el tratamiento del problema educacional, mientras que es Johann Heinrich Pestalozzi (1746-1827) quien desarrolla y lleva a la práctica las concepciones pedagógicas de Rousseau.
John Locke, fundamenta sus concepciones educacionales sobre métodos prácticos, recomienda la escuela de la vida y critica la enseñanza escolástica. Sin embargo, despoja los principios educativos de sentimientos solidarios, defiende que todos los estudiantes no son iguales y propone un preceptor para cada alumno.
Jean Jacques Rousseau, critica desde diferentes posiciones al régimen social de Francia. Aunque retoma las ideas de J. Locke, lo supera al plantear que la enseñanza no sólo debe dedicarse al cultivo del espíritu. Afirma que es necesario aprender mediante la práctica constante.
Rousseau comparte con Locke y con los principales filósofos de la ilustración la visión del ser humano como individuo unido a la naturaleza y a la sociedad, lo que en la concepción de la educación quiere decir ante todo, atención al individuo y su formación en correspondencia con el medio natural y social. El problema de la educación es así planteado en la dimensión individual, mientras Martí va más lejos al reconocer la necesidad de educar a las masas populares. Sin embargo, él coincide con Rousseau al ver la influencia de la naturaleza en la educación y defender la libertad de pensamiento a que tiene derecho cada hombre.
Johann Heinrich Pestalozzi, suizo, cuyas concepciones establecieron los cimientos de la educación elemental moderna. Influenciado por Rousseau, crea la enseñanza objetiva, aconseja como método educativo la experiencia individual, reclama la educación elemental para los campesinos y trabajadores. Entiende que la escuela es un elemento importante en la educación que enriquece la experiencia, la vida personal y común, pero en un marco más amplio que el contexto familiar. Es el creador de la pedagogía científica como sistema. Ve en la educación el remedio que salva los pueblos, aunque no reconoce la necesidad de cambiar las condiciones sociales de vida sí ve en la educación el medio para la reforma social. Martí admite al igual que Pestalozzi la educación en la aptitud moral, como el elemento clave para elevar las fuerzas humanas.
Los ideales educacionales de la ilustración europea que trasciende por su contenido ético, moderno y progresista son: la educación como aptitud para la vida moral, la educación elemental para los campesinos y trabajadores, utilización de métodos prácticos en la educación de los hombres y libertad de pensamiento.
El iluminismo europeo se proyecta hacia la solución de los problemas humanos que el desarrollo capitalista había traído y, pasa a ser un arma para fomentar las ideas más progresistas sin importar de qué parte del mundo se tratase. Este pensamiento constituye el modelo teórico de los ilustrados de la América española, al reflejar las aspiraciones más auténticas de un nuevo tipo de humanismo, con el cual se abría la modernidad y las posibilidades de emancipación en Latinoamérica.
Los principales pensadores latinoamericanos del siglo XIX muestran una consecuente afiliación iluminista, con concepciones y propuestas liberales prácticas para nuestros pueblos. Coinciden en darle a la educación un lugar importante como elemento de transformación sociopolítica y económica. En este sentido, importante papel desempeñaron los venezolanos Simón Narciso Carreño Rodríguez (1771-1854), y Simón Bolívar (1783-1830), el mexicano Justo Sierra Méndez (1848-1912), el argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), el puertorriqueño Eugenio María de Hostos (1839-1903) y el uruguayo José Pedro Varela (1845 1879).
Simón Narciso Carreño Rodríguez propone escuelas que utilicen el mismo tiempo en el estudio y el trabajo. Se opone a la educación diferenciada por clases sociales. Al referirse a la importancia de la educación ve la educación de las masas como un elemento estratégico para lograr la unidad en las repúblicas latinoamericanas, consciente de que Europa y los Estados Unidos constituyen una amenaza para la originalidad de nuestros pueblos, por lo que plantea el desarrollo independiente de los pueblos basado en la educación.
Simón Bolívar, en 1824 apoya la introducción del método de Pestalozzi y propicia la expansión de la educación ilustrada en el continente. Trae a Lancaster para aplicar sus concepciones educacionales a la nueva escuela. A partir de este momento se crean las condiciones para el desarrollo de una educación nueva, lo que contribuirá a la formación paulatina de una pedagogía latinoamericana, comprometida con los problemas de la región y su solución.
Para el Libertador la educación ha de contribuir al bienestar de los hombres, pero en primer lugar hay que liberar a los pueblos y elevar la cultura, acabar con la ignorancia y formar una conciencia americana. Reconoce que somos un nuevo género humano, ni europeos, ni franceses y manifiesta la necesidad de vincular la educación a los proyectos políticos.
Justo Sierra Méndez, conocido como “Maestro de México”, [1] historiador, sociólogo, filósofo, escritor, político y biógrafo de Benito Juárez. Ejerce la docencia desde el nivel primario hasta el universitario. Reconoce que aunque México deja de ser colonia de España, nunca cambia su condición, pues permanece en un profundo atraso económico y cultural. Aboga porque en las universidades se enseñe a investigar y a pensar, con lo que se opone a los métodos tradicionales.
Su pensamiento educativo se caracteriza por un alto contenido patriótico y preocupado por la amenaza que significa para nuestros pueblos el poderío del Norte. Martí siente gran admiración por su obra: “¿Quién no sabe que es Justo Sierra honra de la patria mexicana? Necio fuera aquí ya todo comentario mío.” [2]
Martí y Sierra coincidieron en reconocer la relación existente entre educación e instrucción y la necesidad de que la escuela se corresponda con los intereses de la sociedad, así también, por la educación laica y su expansión por las zonas rurales.
Domingo Faustino Sarmiento dedica treinta años de su vida a la tarea de educar. Su obra cumbre La educación popular, la escribe en 1849. Entre sus principales ideas está que la enseñanza debe orientar y capacitar a los pueblos en vínculo con el trabajo que habrán de ejercer luego. La educación debe ser la misma para todas las clases sociales. En su praxis propone una educación integral, dirigida al desarrollo individual del estudiante.
El Apóstol critica el fanatismo de Sarmiento por el modelo de vida norteamericano y el hecho de menospreciar la educación de los indígenas al considerarlos fuera de las clases sociales, con lo que manifiesta una posición discriminatoria. [3] En la obra Facundo, Sarmiento estima que los males de Latinoamérica están en estas razas y admira cómo Estados Unidos no aceptó a las masas indígenas en su constitución social.
Eugenio María de Hostos es otro destacado pedagogo, nacido en Puerto Rico. Maestro, sociólogo, literato, geógrafo, político y pedagogo, autor de Ciencia de la pedagogía, Historia de la pedagogía y Polémicas pedagógicas, obras que publica en Madrid.
Hostos, el Ciudadano de América, es junto a Martí, un maestro fundador de pueblos como aquellos grandes hombres del siglo XIX, integrantes de ese excepcional registro de pensadores consagrados al enaltecimiento continental. Son contemporáneos y coinciden por proceder de naciones sometidas aún al dominio colonial español.
Martí y Hostos se enfrascan en un proyecto independentista, donde la educación ocupa un lugar clave para la formación de nuestros pueblos. Coincidieron en defender la educación de la mujer, la crítica al castigo la enseñanza laica y obligatoria, la educación patriótica para la toma de conciencia basada en los ideales de justicia y libertad en el más amplio sentido ético.
En el análisis de todos estos pedagogos existen dos tendencias fundamentales. Una plantea que la educación forma individuos iguales y cultos, con una concepción universalista del hombre, que menosprecia la individualidad y promueve patrones generales. Entre ellos Andrés Bello y Domingo F. Sarmiento ven en los modelos de vida norteamericano y europeos la solución para el progreso de la región.
Esta posición presenta como limitaciones: el menosprecio a la educación que se sustenta en nuestras raíces culturales auténticas, y plantea la necesidad de copiar modelos ajenos para dar solución a los problemas que enfrenta el continente. Dicha tendencia es nefasta porque conlleva a la pérdida de la identidad individual y de los pueblos latinoamericanos.
La otra tendencia representada por Simón Rodríguez, Simón Bolívar, José María Luis de Mora, Justo Sierra, Eugenio María de Hostos y el propio José Martí, se sustenta en los principios liberales de la revolución y el fortalecimiento de la cultura como cambios necesarios y radicales. Defensores de nuestra identidad, se oponen a la imitación de las formas de vida norteamericana y europeas. A la vez, conciben la educación de las masas como medio para afianzar las características individuales, a través de una concepción humanista que une el progreso personal al bien común.
A pesar de existir estas dos tendencias, podemos declarar los siguientes aportes de este pensamiento educacional latinoamericano: la formación de una conciencia americana, la enseñanza científica, educación laica, libertad de pensamiento, educación patriótica, la vinculación del estudio con el trabajo y la educación de las masas como elemento estratégico para alcanzar la unidad latinoamericana y mantener así la originalidad de nuestros pueblos, única garantía para enfrentar con éxito el peligro de la penetración de otras culturas y del imperialismo norteamericano en específico.
La ilustración europea llega a Cuba en el siglo XIX. Este es el siglo del pensar, conocer, saber y hacer, en la búsqueda de soluciones a los problemas esenciales de la identidad; el encontrarse a sí mismos a través del camino de la ciencia, la historia, la política y originalidad cultural. Se destacan los ilustres patriotas José Agustín Caballero (1762-1835), Félix Varela (1788-1853), José de la Luz y Caballero (1800-1862), Rafael María de Mendive (1821-1886) y José Julián Martí Pérez (1853-1895).
José Agustín Caballero, sacerdote, rector del Seminario San Carlos y San Ambrosio, nombrado en ese cargo por el obispo Espada, es considerado el Padre de la filosofía cubana y reformador de la enseñanza. Sus escritos demuestran la importancia que tiene el trabajo activo y creador del maestro. Se preocupa por la educación de la mujer, elabora un proyecto para las escuelas elementales y públicas, y es el precursor de este tipo de escuela en Cuba. Además es el primero que habla a sus alumnos sobre el experimento y la física experimental, e introduce el razonamiento como forma de aprendizaje.
Félix Varela (1787-1853) maestro, escritor y sacerdote liberal que obtiene la Cátedra de Filosofía en el Real Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio en 1811, es considerado el modelo del maestro cubano por sus virtudes y amor a la patria. Revolucionario y renovador del pensamiento filosófico y pedagógico, aboga por establecer los nexos entre razón, política y ética, ello lo convierte en un agente de tránsito entre el iluminismo y liberalismo.
En política y educación mantiene una actitud enérgica y de avanzada, proponiendo soluciones viables para su época. Destrona el latín de la enseñanza, dando así el primer paso para la educación masiva. A través de las últimas conquistas de la ciencia, critica y combate la enseñanza memorística y defiende la educación de la mujer.
Continuador de las ideas de José Agustín Caballero y de Félix Varela es José de la Luz y Caballero, maestro y fundador del colegio El Salvador, en su viaje por Inglaterra y Escocia se nutre de las más modernas doctrinas pedagógicas y filosóficas de la época, se familiariza con la educación técnica que tanto necesitaba la industria azucarera. Entiende que la escuela debe ser renovada en su contenido y métodos. Vincula la teoría con la práctica, orienta el estudio de las ciencias con nuevos métodos experimentales, y pertrecha al Colegio El Salvador con una rica biblioteca, equipos de laboratorios de Física y Química, útiles de Astronomía y mapas.
Con estas ideas, Luz influye en la formación de la conciencia patriótica y revolucionaria, al otorgarle un importante papel a la educación moral en la formación de la juventud. Doscientos de sus discípulos se incorporan a las luchas independentistas. Es creador de una pedagogía teórico-metodológica y científica de carácter crítico.
Rafael María de Mendive, poeta y maestro, director de escuelas, ejemplo de educador patriota y revolucionario, inculca este espíritu a sus alumnos. Martí le expresa: “De aquí a 2 horas embarco desterrado para España. Mucho he sufrido, pero tengo la convicción de que he sabido sufrir. Y si he tenido fuerzas para tanto y si me siento con fuerzas para ser verdaderamente hombre, sólo a Ud. lo debo y de Ud. y sólo de Ud. es cuanto bueno y cariñoso tengo.” [4]
Mendive se caracteriza por trasmitir a sus alumnos sentimientos de cubanía, la más rica herencia de la cultura patria. Todo su propósito va dirigido a desarrollar un sentido de identidad que junto a la sensibilidad humana propicie un pensamiento independiente y creativo; un uso libre de la razón. Todos estos ideales llegan a Martí a través de su maestro
La vida de José Martí se desarrolla en momentos en que se producen importantes transiciones en la ideología cubana, caracterizada por un pensamiento político de resistencia, que se sustenta en una moral patriótica y emancipadora. Ese pensamiento filosófico difiere de las corrientes que le anteceden, al asentarse en las raíces sociales, gnoseológicas, políticas y económicas del continente latinoamericano. [5]
En España, lugar de estancia de Martí a raíz de su primera deportación en 1871, se desarrollan las corrientes positivistas, dominadas por las ideas de Augusto Comte y Herbert Spencer. De estas corrientes, Martí asume los elementos que de acuerdo con sus criterios le eran más provechosos para su proyecto; la ciencia y el método de observación y experimentación para impulsar el desarrollo social, así como la filosofía de relación.
Es el krausismo [6] uno de los pensamientos que más impactó al joven desterrado, fundamentalmente en los aspectos éticos y educativos. En el Apóstol como en Krause, se manifiesta un pensamiento pedagógico de contenido profundamente humanista que insiste en la disciplina de la mente, el amor al trabajo y a incorporar la ciencia a la vida social.
Cuando vive en México, Guatemala y Venezuela, entre 1875-1881, el pensamiento positivista también constituye expresión ideológica de la naciente burguesía industrial, lo cual significa un paso de avance en relación con las concepciones escolásticas.
Es entonces, cuando aparecen por primera vez en él los conceptos latinoamericanismo, hispanoamericanismo, americanismo y nuestra América. Martí estudia profundamente la vida social, cultural, política, histórica y artística de estos pueblos y manifiesta su comprometimiento hacia ellos.
En la etapa de 1875 a 1885, Martí publica más de medio centenar de artículos, en los cuales plantea sus tesis fundamentales sobre la temática educacional referentes a la necesidad de la enseñanza científica y moderna, educación obligatoria a cargo del Estado, su preocupación por vincular el estudio con el trabajo, la educación del indio y la mujer y crítica a la educación de los niños fuera de la patria. Desde estas posiciones critica la escolástica, al positivismo, pragmatismo, dogmatismo y el utilitarismo en los distintos sistemas educacionales.
Al llegar a Estados Unidos en la década del 80, este país se encuentra en el paso del capitalismo premonopolista al monopolista e imperialista. El desarrollo de la producción material exige una profunda revolución cultural, que se realiza en estrecha relación con la ciencia, y lo pedagógico ocupa un importante lugar como respuesta a las necesidades del desarrollo del capitalismo. [7]
Martí aprecia que este proceso lleva a la destrucción del ser humano, pues considera que se descuidan los aspectos éticos y se afianza el individualismo como rasgo característico en esta sociedad.
En Estados Unidos el pensador que más influye en José Martí, es Ralph Waldo Emerson (1803-1882) publicista, poeta y filósofo, figura fundamental del transcendentalismo [8]:
De Emerson valora sus ideas sobre la libertad personal frente a la posición de los hombres y la época, el sentido de deuda con todo el género humano, la observación paciente de la naturaleza, exaltación de la vida como algo bello, la búsqueda de la virtud y el sentido de la vida. También se pronuncia por la educación verdadera que se inicia cuando se sale de la universidad, pues en ella sólo se aprenden los rudimentos de que el hombre ha de servirse. Emerson encabeza el movimiento a favor de la educación popular y pública.
En los Estados Unidos Martí se desempeña como maestro de escuelas privadas y públicas. En 1890 ejerce como instructor de idioma español sin recibir retribución económica, además imparte clases de Español y Matemática en “La Liga”, escuela nocturna para trabajadores que residían en Nueva York.
Sus concepciones sobre la educación están plasmadas con mayor nitidez en los textos: “Prólogo al poema del Niágara” (1883), “Maestros ambulantes” (1884), La Edad de Oro (1889), el ensayo “Nuestra América” (1891), los documentos del “El Partido Revolucionario Cubano” (1892) y en El Manifiesto de Montecristi (1895).
En “Prólogo al poema del Niágara” Martí puntualiza el papel educativo que ejerce la sociedad sobre el individuo y cómo el hombre desde que nace se ve preso de tradiciones nefastas para su vida. Revela la necesidad de una educación libre de dogmas, llama a liberar la educación y con ello al hombre, pues solo así se puede alcanzar el ideal de humanidad.
El plan estratégico para masificar la cultura queda evidenciado en el trabajo “Maestros ambulantes”. En él explica las vías para organizar y constituir un cuerpo de maestros que lleven la enseñanza a los lugares más distantes de nuestra América, con el propósito de acabar con la ignorancia, lograr el mejoramiento espiritual de los hombres y así alcanzar la verdadera redención humana.
En La Edad de Oro, mediante relatos, cuentos y poesías, revela sus ideales de superación humana en defensa de una cultura de la dignidad en momentos de importantes transiciones socio-políticas en América Latina. Hay en la revista una identificación expresa de aspiraciones humanistas de extensión universal; la obra no sólo es un proyecto artístico, sino, y sobre todo, político.
En el ensayo “Nuestra América” plantea los problemas fundamentales que padecen los latinoamericanos y propone la necesidad de reconquistarnos, descubriendo quiénes somos y las fuerzas que poseemos, busca lo autóctono sin imitar dogmáticamente modelos ajenos y orienta tomar de la cultura universal lo que nos permita reinsertarnos mejor en el mundo.
Los documentos y artículos relacionados con el Partido Revolucionario Cubano fundado por José Martí en 1892, y su programa El Manifiesto de Montecristi constituyen una proyección educativa para las amplias masas de contenido político e ideológico con el objetivo de alcanzar la unidad revolucionaria y la república ética que se propone construir.
En estas obras hay una referencia y tributo constante a la historia de nuestro pensamiento educativo y emancipador, todo lo cual le aporta una distinción de autoctonía y un alto valor para la práctica revolucionaria.
La educación es para Martí un fenómeno ante todo humano, cultural y social. Critica las escuelas que educan la inteligencia ausente de amor y que no le prestan atención a la espiritualidad humana; pues sólo forman hombres prácticos. La espiritualidad del hombre es el objeto de la educación, y hay que educar: “[...] en la instrucción del pensamiento, y en la dirección de los sentimientos”. [9] Solo así se logra crear pueblos virtuosos y felices.
No solo es fortalecer el espíritu, es esencial que el cuerpo lo haga en la misma medida: “[...] Un cuerpo vigoroso es como un depósito de fuerzas, en que renueva su energía la mente exhausta. Es urgentísimo para españoles e hispanoamericanos cultivar a la vez las dotes de la mente y las fuerzas del cuerpo [...]” [10] Los ejercicios físicos permiten al hombre desarrollar un cuerpo fuerte, una vida sana y el desenvolvimiento de una rica espiritualidad.
Según Martí, le corresponde a la educación propiciar cambios profundos en el mundo interior del hombre para hacerlo transformador consciente de su medio: “Toca a cada hombre reconstruir la vida: a poco que mire en sí, la reconstruye.” _Y critica- “[...] el que impide, en una vía u otra, en cualquier vía, el libre uso, la aplicación directa y el espontáneo empleo de las facultades magníficas del hombre!” [11]
Educar los sentimientos es lo que permite preparar al hombre, de manera inteligente, para cumplir con las exigencias que la sociedad le impone. Pero que Martí no se detiene a verlo unilateral, sino a través de una relación dialéctica donde lo emocional y lo racional se complementan. La verdadera educación es aquella donde los conocimientos que se enseñan potencian la razón y los sentimientos a la vez.
Para él los problemas de América Latina están, en primer lugar, en la necesidad de formar una cultura diferente a la impuesta por la colonización, de ahí que: “[...] En nuestros países ha de hacerse una revolución radical en la educación, si no se les quiere ver siempre, como aún se ve ahora a algunos, irregulares, atrofiados y deformes, como el monstruo de Horacio: colosal la cabeza, inmenso el corazón, arrastrando los pies flojos, secos y casi en hueso los brazos [...] [12]
Se percata de que la clase social que ostenta el poder político, utiliza los centros educacionales conjuntamente con las demás instituciones políticas y administrativas, como instrumento que garantiza sus aspiraciones políticas y de poder, al margen de los intereses populares.
La educación en la región ha de tener como fin preparar al hombre para la vida pues: “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida.” [13]
Martí comprende que heredamos un tipo de hombre estereotipado, enajenado, que repite patrones de conducta que no le permiten explicar su propia realidad, y mucho menos dirigir la nueva nación sin caer en el peligro de copiar modelos ajenos a nuestra realidad.
A la educación agraria le presta una importancia especial por tener América Latina un sustento eminentemente agrícola y considera que: “[...] la educación pública vaya desenvolviendo, sin merma de los elementos espirituales, todos aquellos que se requieren para la aplicación inmediata de las fuerzas del hombre a la naturaleza.- Divorciar al hombre de la tierra es un atentado monstruoso [...]” [14]
Para Martí la educación ha de ser pública y obligatoria para campesinos y clases desposeídas, que se han de educar en la observación directa, con la aplicación de los adelantos científico-técnicos que más directamente se pueden relacionar con las condiciones de nuestras tierras.
Expresa la relación entre educación y revolución popular. La educación constituye el vehículo, que junto a la práctica revolucionaria, permite a las grandes masas convertirse en las protagonistas efectivas de los cambios sociales. Entiende que no hay progreso verdadero sin la amplia participación popular.
Las políticas educacionales han de dirigir sus acciones a la formación de sentimientos patrióticos. Al constituir ello la levadura superior, donde se reafirma la confianza en lo mejor del hombre y en la autenticidad de nuestros pueblos: “La educación tiene un deber ineludible para con el hombre, -no cumplirlo es crimen: conformarle a su tiempo- sin desviarle de la grandiosa y final tendencia humana. Que el hombre viva en analogía con el universo, y con su época [...]” [15]
La educación de la libertad es un problema social en la región, pues se requiere de sistemas realmente formadores de conciencia, donde los hombres puedan: “[...] vivir en el goce pacífico, natural e inevitable de la Libertad, como viven en el goce del aire y de la luz.” [16]
La educación es, en Martí, un instrumento poderoso en la obtención de la riqueza espiritual y un arma efectiva en la lucha por la independencia y la redención de los pueblos, pues “Ni la originalidad literaria cabe, ni la libertad política subsiste mientras no se asegure la libertad espiritual.” [17]
Reconoce como un derecho de los habitantes del campo y la ciudad la educación básica. En el caso de la mujer aprecia el papel social que debe desempeñar, de aquí la necesidad de su educación como un imperativo justo y civilizador: “Si la educación de los hombres es la forma futura de los pueblos, la educación de la mujer garantiza y anuncia los hombres que de ella han de surgir [...]” [18]Martí a diferencia de otros pensadores de su época no discrimina a la mujer, aprecia su verdadero rol como elemento educador y productor de valores culturales.
Martí también se solidariza con la clase obrera y plantea la necesidad de crear Kindergate gratuitos para que ellos puedan elevar su cultura, que para él es la causa de sus malas condiciones de vida, y plantea: “Hasta que los obreros no sean hombres cultos no serán felices [...]” [19]
A los niños, sin distinción de clase o posición social van dirigidas sus aspiraciones educativas, pues merecen una adecuada instrucción y educación en correspondencia con las necesidades y exigencias de la sociedad.
La enseñanza primaria debe cambiar de verbal a experimental y que el niño se plantee la necesidad de descubrirlo todo, y busque las respuestas a cada una de sus interrogantes, en constante intercambio con la naturaleza.
El proceso educativo debe ser democrático, laico, científico y útil, basado en el diálogo constructivo-participativo. Estas condiciones ponen a los seres humanos en capacidad de crear los instrumentos y medios de transformación sobre profundas bases éticas, teniendo en cuenta los intereses individuales y los del colectivo social.
El papel social de la educación dimana de su misma esencia y propósitos, pues es “[...] ir a donde va la vida. Es insensato que la educación ocupe el único tiempo de preparación que tiene el hombre, en no prepararlo. La educación ha de dar los medios de resolver los problemas que la vida ha de presentar [...]” [20]
El sujeto descubrirá sus potencialidades con la utilización de métodos que lo sitúen en condiciones de resolver los problemas que más lo afectan. El conocimiento debe partir de la práctica y luego elevarse al pensamiento. Por esa razón: “[...] gran bendición sería, si las escuelas fuesen aquí como son en mayor grado en esto en Alemania, casas de razón donde con guía juiciosa se habituase al niño a desenvolver su propio pensamiento, y se le pusiera delante, en relación ordenada, los objetos e ideas, para que deduzca por sí las lecciones directas y armónicas que le dejan enriquecido con sus datos, a la vez que fortificado con el ejercicio y gusto de haberlos descubierto.” [21]
Se ha de enseñar de forma ordenada y sistemática pues, “la elemental pedagogía enseña que dañan los intervalos a la educación”. [22] Precisa el carácter sistémico de la educación, pues “No fructifica la educación si no es continua y constante [...]” [23]
El hombre es semejante a sí mismo, las vestimentas, las lenguas, las religiones, nos hacen diferentes, pero en lo esencial, la naturaleza humana es igual en todas partes. El hombre necesita encontrarse y reconquistarse, ascender en su condición de ser humano. Ser verdaderamente hombre es una tarea difícil y ésta es la misión final de la educación como “[...] único medio de salvarse de la esclavitud. Tan repugnante es un pueblo que es esclavo de hombres de otro pueblo, como esclavo de hombres de sí mismo.” [24]
Martí comprende que por la naturaleza social del conocimiento, la aplicación creadora y racional de los adelantos de la ciencia y la técnica constituyen una necesidad en el análisis de los valores que se forman en la actividad educacional.
[...] que haya escuelas buenas donde se pueda ir a aprender ciencia, no es lo que ha de ser. Que se trueque de escolástico en científico el espíritu de la educación; que los cursos de enseñanza pública sean preparados y graduados de manera que desde la enseñanza primaria hasta la final y titular, la educación pública vaya desenvolviendo, sin merma de los elementos espirituales, todos aquellos que se requieren para la aplicación inmediata de las fuerzas del hombre a las de la naturaleza [...] a los hombres que viven en la naturaleza, el conocimiento de la naturaleza [...] [25]
Se exige un sistema de valores que integre de manera armónica “[...] la instrucción del pensamiento, y en la dirección de los sentimientos,” [26] la formación una conciencia sobre la base de la cultura de los sentimientos y la razón en un clima de justicia y equidad.
El cultivo de la virtud acerca al hombre a su patria, lo convoca en el cumplimiento desinteresado del deber, a profesar sentimientos de amor y admiración hacia el trabajo como actividad útil, pues: “Un pueblo instruido ama al trabajo y sabe sacar provecho de él. Un pueblo virtuoso vivirá más feliz y más rico que otro lleno de vicios, y se defenderá mejor de todo ataque.” [27] Con ello se establece una relación real del hombre con su mundo, que estimula el desarrollo de una rica espiritualidad y así rescatar las mejores tradiciones de los pueblos. [28]
Para José Martí el mundo exterior se puede conocer y hacerlo mejor, siempre y cuando esté mediado por una eticidad que manifieste la relación deber-virtud, construido mediante la razón y el bien, pues “[...] el hombre, dichoso por la virtud, cree lo que ve, y ve en sí y fuera un mundo claro y mejor [...]” [29]
La escuela debe dotar a los individuos de los conocimientos que les permitan desentrañar las causas que provocan nuestros problemas, para que puedan valorar y comprender los verdaderos caminos de su definitiva liberación: “[...] edúquese en los hombres los conceptos de independencia y propia dignidad [...] para la defensa de la dignidad y la independencia de la patria.” [30]
El Apóstol orienta educar una cultura del trabajo, necesaria en un continente que por la explotación colonial de varios siglos, lleva a que para la mayoría de sus habitantes signifique sometimiento, y las clases dominantes lo consideren una actividad que rebajaba su condición social.
Bajo estas condiciones se hace compleja la educación, debido a los nexos que se deben establecer entre valoración y actividad práctica. Hay que formar en el hombre un conocimiento real del trabajo para que adquiera una significación vital. Esto se logra mediante una actividad educativa que vincule al individuo desde los primeros años de vida a la práctica laboral. Se han de cultivar sentimientos de amor al trabajo útil y digno. Martí critica los sistemas educacionales que separan al hombre de sus necesidades reales.
Se ha de entender el trabajo como un deber primario y social, en el sentido de reconocer al hombre trabajador, como el verdadero creador de la riqueza espiritual y material de la humanidad.
La función educativa del trabajo está en:
“El que más trabaja es el que es menos vicioso, el que vive amorosamente con su mujer y sus hijos. Porque un hombre no es una bestia hecha para gozar, como el toro y el cerdo; sino una criatura de naturaleza superior, que si no cultiva la tierra, ama a su esposa, y educa a sus hijuelos, volverá a vivir indudablemente como el cerdo y como el toro.” [31]
Comprende el valor ético del trabajo y critica aquellos sistemas educacionales que separan y enajenan al individuo de esta actividad, pues para José Martí vale más el hombre en la medida en que es trabajador, honrado.
Propone la incorporación del trabajo productivo a las actividades escolares por el papel formativo que puede desempeñar en las nuevas generaciones de latinoamericanos, condenados a vivir esencialmente de la agricultura, por ello, para Martí detrás de cada escuela debe existir un taller agrícola. [32]
Una escuela útil, que acomode la enseñanza a las necesidades reales de quien la recibe; y contribuya a que el hombre latinoamericano aprenda los oficios que lo hacen dueño de sí: “Ventajas físicas; mentales y morales vienen del trabajo manual [...] El hombre crece con el trabajo que sale de sus manos.” [33]
Destaca la importancia de las escuelas de mecánica, oficios, agricultura y la educación laboral en general, como factor que incorpora al hombre de manera útil y consciente a la transformación, que conduce al progreso social. La educación como un elemento desalienador que permita alcanzar una vida superior. Esta es la esencia del humanismo práctico y liberador martiano, expuesto con precisión en el artículo “Trabajo Manual en las Escuelas”. [34]
La educación práctica debe corresponder con las necesidades de quien la recibe, capacitarlo en los conocimientos y habilidades para enfrentar con objetividad los problemas de la vida: “Es necesario mantener a los hombres en el conocimiento de la tierra y en la perdurabilidad y trascendencia de la vida.” [35]
La educación para la vida se logra en aquellas escuelas capaces de desarrollar en los estudiantes los conocimientos, hábitos, capacidades y habilidades necesarias. No deben ser enseñadas cosas triviales: “Puesto que se vive, justo es que donde se enseñe, se enseñe a conocer la vida. En las escuelas se ha de aprender a cocer el pan de que se ha de vivir luego.” [36]
Para que la escuela cumpla esta función hay que cambiar los programas viejos y convertir la enseñanza retórica en experimental y científica.
La concepción martiana de la unidad del estudio con trabajo es continuación de la tradición de pensamiento cubano y latinoamericano, principio esencial para educar al hombre moderno, y desarrollar un pensamiento inteligente, producto y reflejo de la actividad práctica: “Esta educación directa y sana; esta aplicación de la inteligencia que inquiere a la naturaleza que responde; este empleo despreocupado y sereno de la mente en la investigación de todo lo que salta de ella, la estimula y le da modos de vida; este pleno y equilibrado ejercicio del hombre, de manera que acá como de sí mismo puedan ser, y no como los demás ya fueron; educación natural, quisiéramos para todos los países nuevos de América.” [37]
En las tierras americanas la inteligencia tiene el papel social de ser creación y aplicación, pues, “[...] el hombre sólo ama verdaderamente, o ama preferentemente, lo que crea [...]” [38] La búsqueda creciente de humanidad en la actividad social es lo que hace Martí, a sabiendas de que en el universo de lo realmente humano: “La práctica sesuda se impone a la teoría ligera [...]” [39]
La práctica social determina las necesidades, fines, intereses, medios y condiciones en que se ha de desarrollar la actividad educacional. De la reflexión realizada desde esta perspectiva es que Martí destaca el valor de la educación y las posibilidades que brinda al sujeto para enfrentar y resolver de manera independiente y ordenada las tareas: “La educación ha de ir donde va la vida. Es insensato que la educación ocupe el único tiempo de preparación que tiene el hombre, en no prepararlo. La educación ha de dar los medios de resolver los problemas que la vida ha de presentar. Los grandes problemas humanos son: la conservación de la existencia, -y el logro de los medios de hacerla grata y pacífica.” [40]
Según Martí, evitar el divorcio entre la formación técnica y la espiritualidad es tarea esencial de los sistemas educacionales. La principal tarea de la educación siguiendo el legado de José de la Luz es sembrar hombres: “Lo que estamos haciendo son abogados, y médicos, y clérigos, y comerciantes; pero ¿dónde están los hombres? [...]” [41]
El modelo educacional que nos propone es esencialmente sociocultural: el sujeto del aprendizaje tiene la responsabilidad de asumir de manera independiente el rol que le corresponde en su propia educación, pues: “[...] no hay mejor sistema de educación que aquel que prepara [al] niño a aprender por sí.” [42] Tiene conciencia del papel que desempeña la escuela en la organización de las condiciones del devenir político, ideológico, social. El hombre como actor de dicho proceso responde a los intereses y necesidades de su entorno. Al respecto planteó:
Educar no debiera ser eso, ni echarle al hombre el mundo encima, de modo que no quede por donde asomar los ojos propios; sino dar al hombre las llaves del mundo, que son la independencia y el amor, y prepararle las fuerzas para que lo recorra por sí, con el paso alegre de los hombres naturales y libres. [43]
En Martí, sus concepciones sobre la actividad educacional, se fundamentan en la significación que le concede a las relaciones entre la valoración y el conocimiento, en que la práctica es el núcleo estructurador del sistema de actividades mediante la cual se articula la relación sujeto-objeto en el proceso de aprendizaje.
Con suficientes razones se ha conceptuado a Martí como guía espiritual del presente y el porvenir de la humanidad. La cualidad ético-moral de su producción teórica avala su programa educativo y los cauces de realización social e individual que le son inmanentes.
Comprometido con la causa liberadora y de transformación social y cultural, desarrolla una filosofía de la liberación total del hombre, como defensa, preservación y desarrollo de la identidad latinoamericana.
En el ideario educativo del Apóstol resaltan tres direcciones fundamentales que permiten el análisis sistémico estructural para la revelación de sus aspectos esenciales, que constituyen una unidad significativa. Como expresión concentrada de su ideal humanista al considerar, que la educación es un modo de ascensión humana, tiene una condicionalidad histórico-social, y que el fin de la educación es preparar al hombre para la vida.
Preparar al hombre para la vida en las condiciones de nuestra América, es formar una cultura de resistencia, del ser, capaz de convertir sus ideales en baluarte inexpugnable para la defensa de su identidad, una cultura de la razón y los sentimientos, y revertir las condiciones dramáticas de nuestros pueblos.
Martí exige una revolución profunda y auténtica, donde se renueve toda la vida espiritual por medio de la educación masiva e integral, capaz de elevar la calidad humana del hombre latinoamericano, y prepararlo para resolver los retos que el presente y el futuro le imponen en las esferas económicas, políticas y sociales. La educación es un hecho cultural y genuinamente humano, en el que el hombre ocupa el lugar central en las acciones transformadoras.
El proyecto de liberación y de emancipación social de José Martí incluye una reforma educacional radical, en el sentido que entiende la educación como el paso esencial que antecede a los demás cambios sociales. Esto nos permite afirmar que en el plano práctico, Martí entiende que la educación es la primera tarea antes de implantar los restantes programas sociales, ya que ello es lo que garantiza el éxito de la revolución.
El carácter popular de la educación es el rasgo fundamental de su pensamiento educacional, reconoce que las masas constituían la fuerza esencial de los movimientos sociales que conducirían al desarrollo y a la creación de una nueva sociedad, de ahí la imperiosa necesidad de educar al pueblo.
Martí, hombre práctico, atrapa su época y la realidad de su mundo con el único objetivo de transformarlo. No se considera un especialista de la educación como disciplina particular, sino el maestro que tuvo la capacidad de análisis para avizorar la misión que le corresponde a la educación para lograr el equilibrio del hombre latinoamericano.
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[1] Declarado “Maestro de América” por la Universidad de La Habana en 1953.
[2] José Martí: Revista Universal. México, 25 de mayo de 1875. O. C., t. 6, p. 211.
[3] Martí valora que “Sarmiento, el verdadero fundador de la República Argentina, y hombre de reputación europea, sobre ser innovador pujante, acaba de decir de mí. No me conoce, y aun sospechaba por mis opiniones sobre los Estados Unidos, no tan favorables como las suyas, que no era muy mi amigo. “Carta a Fermín Valdés Domínguez”. Nueva York, 28 de febrero de 1887. O. C., t. 20, p. 325.
[4] José Martí: “Carta a Rafael María de Mendive”, 15 de enero 1871, O. C., t. 20, p. 247. Además recomendamos por su alto contenido ético y educativo el trabajo que el Apóstol le dedica en El Porvenir de Nueva York y que se publica el primero de julio de 1891, O. C., t. 5, p. 250.
[5] Isabel Monal: “Esbozo de las ideas en América Latina hasta mediados del siglo XX.”. Filosofía en América Latina. Editorial “Félix Varela”, Ciudad de La Habana, 1998, p.1.
[6] Movimiento filosófico de los seguidores de Karl C. F. Krause (1781-1832), alemán de nacimiento y que tuvo varios simpatizantes en España a mediados del siglo XIX. Sus presupuestos son esencialmente éticos y defensores de la enseñanza libre. Llaman al perfeccionamiento del ser humano según su naturaleza más propia.
[7] Cuando Martí llega a este país, ya existen las escuelas de agricultura, de oficio y las universidades pasaban a ser las más importantes del mundo. Se había introducido el modelo educativo alemán basado en la estrecha asociación entre la investigación y la docencia. Uno de los pedagogos pragmáticos más importantes de Norteamérica es John Dewey, creador de la escuela activa, basada en el método del problema, que propicia la vinculación del estudio y el trabajo.
John Dewey (1859-1952), pertenece a la corriente del pragmatismo, creada por William James, corriente de la conciencia que se refiere a las conductas humanas y que reconoce como único criterio para juzgar la verdad los fundamentos prácticos. Su relación con el positivismo está en ser una corriente conciliadora a partir de nuevos fundamentos y lo determinante son los aspectos cuantitativos y no cualitativos
[8] El transcendentalismo es una doctrina filosófica idealista y religiosa, que plantea que toda experiencia puede llevarnos a un más allá que nos descubra el universo. Es materia de fe y no de demostración. Es un movimiento informal, anticonvencional llamado club transcendental que se congrega en Boston desde 1836 y su figura principal es Emerson.
[9] José Martí: “Educación popular”. O. C., t. 19, p. 375
[10] José Martí: “Sección constante”, La Opinión Nacional, Caracas 25 de enero de 1882. O. C., t. 23 p. 171.
[11] José Martí: “Prólogo al poema del Niágara de J. A. Pérez Bonalde”. O. C., t. 7, pp. 230-231.
[12] José Martí: “La Escuela de Mecánica”. La América, Nueva York, septiembre de 1883. O. C., t. 8, p. 279.
[13] José Martí: “Escuela de Electricidad”. La América, Nueva York, septiembre 1883. O. C., t. 8, p. 281.
[14] José Martí: “Educación científica”. La América, Nueva York, septiembre de 1883. O. C., t. 8, p. 278.
[15] José Martí: La América, Nueva York, enero de 1884. O. C., t. 8, p. 430.
[16] José Martí: “Maestros ambulantes”. La América, Nueva York, mayo de 1884. O. C., t. 8, p. 288.
[17] José Martí: “El prólogo al Poema del Niágara de J. A. Pérez”. O. C., t. 7, p. 230.
[18] José Martí: Revista Universal de México, 13 de mayo de 1875. O. C., t. 6, p. 201.
[19] José Martí: La América, Nueva York, Septiembre de 1883. O. C., t. 8, p. 352.
[20] José Martí: “Fragmentos”. O. C., t. 22, p. 308.
[21] José Martí: “Carta al Señor Director de La Nación, Buenos Aires, 28 de septiembre de 1886”. O. C., t. 11, p. 81
[22]José Martí: Revista Universal, México, 6 de julio de 1875. O. C., t. 6, p.261.
[23] José Martí: Ibídem, p. 260.
[24] José Martí: Apuntes personales. O. C., t. 19, p. 376.
[25] José Martí: “Educación Científica”. La América, Nueva York, septiembre de 1883. O. C., t. 8, p. 278.
[26] José Martí: “Educación Popular”. O. C., T. 19, p. 375.
[27] José Martí: Obra citada, O. C., t. 19, p. 375.
[28] José Martí: Folleto Guatemala, México, 1878. O. C., t. 7, p. 157.
[29] José Martí: “Juan J. Peoli”. Patria, 22 de julio de 1893. O. C., t. 5, p. 283.
[30] José Martí: Revista Universal, México, 25 de mayo de 1975. O. C., t. 6, p. 209.
[31] José Martí: “Hombre del campo”. O. C., t. 19, p. 382.
[32] José Martí: “Trabajo manual en las escuelas”. La América, febrero de 1884. O. C., t. 8, p. 287.
[33] José Martí: Ídem, p. 285.
[34] José Martí: La América, Nueva York, febrero 1884. O. C., t. 8, pp 285- 288.
[35] José Martí: “Maestros Ambulantes”. La América, Nueva York, mayo de 1884. O. C., t. 8, p. 288.
[36] José Martí: “Cartas al Señor Director de La Nación”, Nueva York, julio 8 de 1883. O. C., t. 9, p. 445.
[37] José Martí: “Trabajo Manual en las Escuelas”. La América, Nueva York, febrero de 1884. O. C., t. 8, p. 287.
[38] José Martí: “El hombre antiguo de América y sus artes primitivas”. La América. Nueva York, abril de 1884. O. C., t. 8, p. 332.
[39] José Martí: “Cuadernos de Apuntes”. O. C., t. 21, p. 164.
[40] José Martí: “Otros Fragmentos”. O. C., t. 22, p. 308.
[41] José Martí: “Bronson Alcott. El Platoniano”. O. C., t. 13, p. 189.
[42] José Martí: La América, Nueva York, noviembre de 1883. O. C., T. 8, p.421.
[43] José Martí: La Nación, Buenos Aires, Nueva York, 15 de agosto de 1889. O. C., t. 12, p. 290-291.

1 comentario

Mario Adrián -

Extraordinario análisis del desarrollo de la historia y los aportes no solo de Martí sino de otros pensadores, que proponen cambios estructurales en la cultura, política, economía y el enriquecimiento y diversificación de la vida cotidiana. Felicidades Ada y Alberto por compartir su claridad y reflexiones.