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Por Alberto Velázquez López y Ada Bertha Frómeta Fernández

LIBERTAD E INDEPENDENCIA EN JOSÉ MARTÍ

 

Dr. C. Alberto Velázquez López

Dra. C. Ada Bertha Frómeta Fernández

(Publicado en Revista Cubana de Ciencias Sociales, 33, 2003 y en Sapere Aude, Revista de Filosofía, Universidad Autónoma de Zacatecas, México. Nro. 2, 2007)

 

La libertad constituye un concepto básico de las ciencias del hombre y en especial de la filosofía política. En apariencia, libertad y gobierno constituyen dos conceptos excluyentes según el discurso liberal, pues todo gobierno se opone a la libertad del individuo, de aquí que aquel Estado potente regule el mercado y por tanto la libertad individual. “Libertad y orden, autonomía y autoridad, individuo y comunidad: en la conjunción de los polos de estas dicotomías se encuentra una rica problemática clásica y actual, añeja pero vigente, cuyo propósito principal es la reflexión acerca de una forma social en la que la persona se desarrolle plenamente sin coacciones ni obstáculos y, al mismo tiempo, lo hagan sin oponerse a los demás y sin que los otros sean medios sino fines.”[1]

Sin embargo, el pensamiento liberal en su totalidad no puede resolver el problema de la libertad al detenerse sólo en lo político o económico, sin tener en cuenta los demás aspectos de la vida social. Hoy día,  ante el proceso de globalización neoliberal los cuentistas sociales, desde sus diferentes puntos de vistas y ramas del conocimiento se consagran a encontrar nuevas soluciones a los problemas de la libertad, pues se requiere de formulaciones teóricas y prácticas sociales que permitan alcanzar la plena realización de los individuos, que dado el grado de desarrollo actual, el mundo se nos presenta como un complejo sistema de relaciones tanto personales, sociales e individuales muy difíciles de encausar hacia una armonía y equilibrio entre aspiraciones, necesidades y realización humanas.

Desde nuestra realidad, el ideario de José Martí constituye una fuente conceptual de gran importancia para la interpretación de la libertad como ideal y consecuentemente, es una perspectiva de realización que los cubanos debemos estudiar y presentar al mundo. Todo lo cual permitirá una mejor comprensión del proyecto revolucionario cubano iniciado el Primero de enero de 1959.

 José Martí analiza la libertad desde la perspectiva de la patria en su condición de colonia, y desde la otra vertiente, los impedimentos que limitan la libertad de los individuos y las colectividades humanas. Siempre asume esta cuestión como necesidad de la esencia natural y social del hombre y de las relaciones entre los pueblos y sus culturas.

No parte del mercado como la mayoría de los pensadores liberales, sino de las condiciones de desigualdad e injusticia, de explotación física y mental, propias del sistema de poder colonial que aplasta a la nación cubana, que como comunidad humana definida por sus intereses y necesidades, exige nuevas formas de gobiernos y de relaciones entre los individuos. Se requiere un Estado constituido mediante la unión de todas las personas, bajo leyes que aseguren la libertad natural –como primera condición- así como las libertades civiles y políticas: “Martí expresa y defiende el punto de vista de que la libertad cívica no es meramente un atributo posible de la vida social, sino una condición inalienable para poder vivir de acuerdo con la naturaleza del hombre, es un derecho natural humano.” [2] Es una concepción de la libertad donde el individuo es el centro directo en vínculo con los demás. Cualquiera de los textos escritos por él demuestra esta afirmación, recordemos por ejemplo, “La república española ante la revolución cubana” o “Nuestra América”, por solo citar dos ejemplos.

Coincide con el francés Juan Jacobo Rousseau (1712-1778), al intentar encontrar la forma en que las leyes que rijan a un pueblo sean auténticamente emanaciones de la voluntad general, sobre un fundamento ético es la única vía para la revolución social. Sin fantasías democráticas, Martí idea una república de unidad, ejercida por la comunidad soberana de individuos, donde la lucha, teniendo como base el ideal humanista oriente a los hombres hacia acciones éticas y políticas, o sea, prácticas revolucionarias radicales, en las que se unan amor y sabiduría, conciencia y ciencia, teoría y práctica.

Más que una concepción de la política cotidiana, desarrolla un pensamiento filosófico, imprescindible para el proyecto emancipador, donde libertad es equidad individual y colectiva, es unidad de idea y conocimiento de la esencia conforme a modos reales de aprehensión del mundo. Son contrarios a la libertad el individualismo, el sometimiento, la autoridad infundada y la injusticia.

La libertad política implica soberanía nacional y posibilidades de participación sin inquisiciones discriminatorias o enajenantes. Exige una equidad de poder político entre todos los elementos de la sociedad para que la autoridad y las opiniones no se concentren en pocas manos.[3]

Desde el punto de vista económico la libertad nacional implica poseer una capacidad para producir diversos productos y comercializarlos con muchos pueblos, pues de ser con un solo país traería consigo la pérdida de la libertad. La proporción entre producción e intercambio con otros países es condición esencial para evitar el sometimiento extranjero.

La libertad cultural es una de las grandes preocupaciones de Martí. Critica el proceso de colonización cultural y la copia de culturas ajenas como las europeas y norteamericana, que en momentos de redefinición para la región latinoamericana eran objetos de copia por muchos intelectuales y mandatarios. Llama a la defensa de nuestra identidad y alerta el peligro de la recolonización por estas potencias económicas y políticas. Sus artículos sobre la Conferencia Interamericana de Washington de 1889 y  la Conferencia Monetaria de 1891 y los textos conocidos como “Nuestra América”, constituyen proyectos de emancipación y protección de nuestra cultura frente al imperialismo yanqui. “El ideario martiano es de defensa a la cultura latinoamericana, que alejado de todo nacionalismo burgués, asume un carácter político en el enfrentamiento a todo tipo de explotación y discriminación”.[4]

Desde la perspectiva martiana, es necesario distinguir entre el arbitrio y la libertad: el primero es hacer lo que se quiere; lo segundo, en cambio, es hacer lo que se debe, es lo que tiene valor por responder a un carácter auténticamente humano. A diferencia de Kant y Hegel, que oscilaron entre las dos verdades, Martí no las ve por igual, pues la libertad para él sólo adquiere forma y contenido en el grado de perfección humana: “[...] Todo va acrisolándose por el ejercicio del bien, y convirtiéndose en esencia espiritual, presente aunque invisible. Todo es orden en las almas ya libres, cuya acción superior, e influjo directo, sienten confusamente en esta vida las almas irredentas. Edúquese lo superior del hombre, para que pueda, con ojos de más luz, entrar en el consuelo, adelantar en el misterio, explorar en excelsitud del orbe espiritual.” [5]

Con ello fundamenta una concepción ética de la libertad donde el orden y la voluntad se sintetizan en el individuo libre y en las instituciones sociales y políticas que responden a su condición de hombre. Es una concepción de libertad con ausencia de dominación, donde las relaciones de dependencia e independencia entre ciudadanos, se concibe como regularidad de la comunidad política ante la imposibilidad de que todos participen en el gobierno. La individualidad se fundamenta en el desarrollo de todos los hombres dueños de sí mismos en el plano individual y comunitario.

El proceso de participación política determina la construcción de una sociedad propia de hombres libres de restricciones y de obstáculos para el desarrollo de sus facultades y satisfacción de necesidades, con autonomía y con la única dominación que presuponen las normas que establece el bien y el deber común: “[...] La libertad política no estará asegurada, mientras no se asegure la libertad espiritual [...]” [6]

Es una sociedad ideal donde la unión de los seres humanos sin distinciones ni intolerancias, con desacuerdos y diferencias, ciertamente, pero unidos alrededor de presupuestos y hábitos que aseguran una libertad integral, no total, pues como reconoce existen diversos factores que pueden limitarla.

Su visión de la posible y necesaria armonía entre los cubanos a expensas de sus similitudes -no de las diferencias-, constituye un modelo trascendental cuyas formas políticas y éticas concretas constituyen un modelo utópico, que en las condiciones de la época es un hecho de alto valor conceptual.

En Martí, la utopía está en manifestar la crítica y proponer alternativas para cambiar las condiciones de vida,  a la vez que aporta una perspectiva realista al partir de las propias condiciones y potencialidades humanas.[7] Con ello aporta una concepción revolucionaria del progreso humano, pues todo lo  piensa con miras a un futuro mejor.

En los textos martianos la libertad aparece como la atmósfera natural del hombre y  fuerza espontánea de su ser: la libertad es hacer y no hecho, proceso y no resultado; nunca se alcanza totalmente, siempre aparecerá en el horizonte una porción de libertad que habrá que conquistar y defender. Se observa también la íntima relación de la libertad con la inteligencia: ella es condición indispensable para el espíritu creador, pues: “[...] así es la Libertad de esencia de la vida. Cuanto sin ella se hace es imperfecto [...]”[8]

Martí defiende la libertad de pensamiento, de expresión y desarrollo de las facultades humanamente entendidas. Para él, el mejor gobierno no es el que menos gobierna, sino el que mejor se corresponde con la identidad del país y procura hallar soluciones reales a sus problemas.

La libertad constituye para nuestro Apóstol la esencia de la vida y de la personalidad humana, porque quien carece de libertad no es enteramente hombre y quien priva de ella a un semejante carece de dignidad, pues su extinción equivale a la muerte moral del ser humano: “[...] Ni la originalidad literaria cabe, ni la libertad política subsiste mientras no se asegure la libertad espiritual. El primer trabajo del hombre es reconquistarse. Urge devolver a los hombres a sí mismos; urge sacarlos del mal gobierno de la convención que sofoca o envenena sus sentimientos, acelera el despertar de sus sentidos, y recarga su inteligencia con un caudal pernicioso, ajeno, frío y falso. Sólo lo genuino es fructífero.”[9]

El principal desvelo de Martí con respecto a la libertad es político, porque evidentemente, si el gobierno opera con la justicia con que debe hacerlo, las demás libertades se realizarán del mismo modo, pues de estar regida una sociedad por normas del más estricto fundamento ético, el ciudadano se ve respaldado por todo cuanto le corresponde como persona, por condición natural, teniendo en cuenta que: “[...] Una es la libertad y distintas las maneras de conseguir su afianzamiento [...]”[10]

Martí está siempre muy vigilante respecto a la falta de libertad dondequiera que fuese y de modo muy especial en el continente americano; para él la dignidad de los pueblos estriba en saber defender su libertad y, a la vez, respetar la de los demás. Sin ninguna dubitación la libertad de Cuba condensa y expresa toda la obra de pensamiento y acción del Apóstol. Para él libertad e independencia de la Patria son cuestiones inherentes y esenciales.

Se consagra a reivindicar la relación existente entre la libertad y la igualdad. Aunque es cierto que el lema revolucionario de 1789 en Francia introdujo ambos conceptos, también es visible que la mayor parte de los intelectuales de aquella época centraron parte de sus argumentaciones en una excesiva sacralización del principio de libertad, olvidándose de buscar métodos oportunos para lograr una igualdad de derechos. Pues bien, para nuestro Apóstol entre los objetivos que debe perseguir la sociedad y el poder político está promover, sustentar y defender la igualdad de los ciudadanos, creando el contexto adecuado que permita disfrutar de una libertad real sobre la comprensión de que: “La libertad es como el genio, una fuerza que brota de lo incógnito; pero el genio como la libertad se pierde sin la dirección del buen juicio, sin las lecciones de la experiencia, sin el pacífico ejercicio del criterio". [11] .

Su interpretación de la libertad, en cuanto a la presencia del hombre en la política se refiere y a las actividades que dentro de ella se realizan, han de conservan la dignidad humana como exigencia que determina el grado de libertad alcanzado.

Presupone un proceso que va de lo formal a lo “ilustrado”, al conocimiento de los derechos y deberes, así como de la ascensión constante a formas y resultados que se evalúan por el tipo de hombre que producen esas condiciones de libertad. De hecho Martí concibe la necesidad de una cultura de la libertad, con lo que reconoce el carácter histórico general e histórico concreto en el caso de Cuba.

No es una concepción abstracta o “fórmula banal”, es una visión integradora de tradiciones y saberes que en su socialización rigen la estructura de la República. La libertad,  “es la condición ineludible de toda obra útil”.[12] Por lo que “es indispensable que tenga realidad en la vida cotidiana del Estado y de los individuos”.[13]

Contempla siempre al hombre como insustituible actor del drama del devenir social; y a la colectividad como escuela de su formación cívica y pretexto de su misión de servir. Las vías hacia la libertad no son únicamente de carácter político, son indispensables así mismo los altos valores éticos en la conducta de los ciudadanos. El individuo ha de estar sujeto a ciertas reglas morales, sin las cuales no es posible alcanzar la armonía social y personal.

Desde el punto de vista ético, constituyen condiciones para la libertad el amor, la dignidad, el decoro, el bien, la justicia, la virtud y la paz.

La política ha de conservar indefectiblemente su carácter de “contienda libre” de ideales humanos, y como deber admitido ha de “conducir a la concordia”. La búsqueda y sostén de la libertad ha de ser obtenido a través de la justicia, sin la cual es libertinaje o tiranía: “[...] la libertad de la patria no está en el nombre de libertad, sino en el trato afectuoso y el ajuste de intereses de todos sus hijos [...]”[14]

En Martí, libertad e independencia constituyen una unidad que no sólo se refiere al problema patrio, sino también a la persona humana, tanto en lo espiritual como en lo material. La independencia de la patria no es un fin, sino un medio para lograr con la revolución la libertad y con ella, la transformación radical de la sociedad colonial.[15] Garantizar la libertad y la independencia exige de una racionalidad para hacer que los hombres actúen en correspondencia con el bien común.

Existen factores naturales que pueden limitar la libertad, entre ellos las condiciones en que viven algunos pueblos, no obstante Martí le presta mayor atención a los aspectos sociales y políticos. Dentro de lo social, la incultura constituye uno de los mayores frenos para ejercitar la libertad, y en lo político se requiere establecer formas de gobierno que garanticen la justicia colectiva y la independencia nacional de constitución y salvaguarda de nuestra cultura.

Como se puede apreciar, sus concepciones sobre la libertad y la independencia no se quedan en el plano de las relaciones políticas entre colonia y metrópoli; su proyecto de la nueva república contiene la realización plena de cada uno de sus ciudadanos, vista en sí mismo y por los demás en toda la amplitud de su espíritu.[16] Martí proyecta una concepción de la libertad real, con independencia total como única alternativa para resolver los problemas de Cuba, el equilibrio político de la región y el enfrentamiento a la expansión norteamericana.

Las claves filosóficas martianas sobre la cultura, el hombre,  la política, el poder político, la libertad, el deber social y la unidad revolucionaria, se concretan en su ideal humanista de entraña política, comprometido con la independencia nacional.

El valor que tiene la filosofía política de José Martí, no está dado en la coincidencia o cercanía que pueda tener con las ideologías más revolucionarias actuales, sino en ver hasta dónde sus puntos de vista son previsores y germinales de los posteriores procesos. Previsor de las tendencias del desarrollo mundial, nos presenta el paradigma de la independencia total de Cuba como vía para la solución de los problemas del hombre y la nación

No se trata de ir a buscar todas las soluciones a los problemas de hoy en las ideas de Martí. Se requiere asumir las nuevas exigencias con el mismo espíritu de la filosofía política martiana. Una filosofía que no se queda en el presente con actitud contemplativa. Se dirige al futuro con ansias de humanidad, con el solo objetivo de fundar una República nueva y próspera para el bien común.

En fin, para Martí, la verdadera política debe estar sustentada en una cultura de propósitos y cultivo humano, para poder constituirse en empresa de las grandes masas; “Con todos y para el bien de todos”.[17]

 

 

BIBLIOGRAFÍA

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Roig de Leuchsenring, Emilio(1983) : Tres estudios martianos. Colección de Estudios Martianos. Centro de Estudios Martianos, La Habana.



[1] Gerardo Avalo Tenorio: Leviatán y Behemoth. Figuras de la idea del Estado. Universidad Autónoma Metropolitana. México, 1996, p. 18.

[2] Miguel Limia David: “El problema de la relación individuo-sociedad en el pensamiento político de José Martí”. Revista Cubana de Ciencias Sociales, número 30. 1995. Ciudad de La Habana. P. 37.

[3] Idem.

[4] Ada Bertha Frómeta Fernández: “José Martí y la cultura griega en La Edad de Oro”. Ada Bertha Frómeta Fernández y Alberto Velázquez López. Tercera Jornada de la Cultura y la Filosofía Griegas. Boletín 2001 de la Sociedad Cubana de Investigaciones Filosóficas, Ciudad de La Habana, 2001.

[5] José Martí: “Carta al Director de El Partido Liberal. 17 de diciembre de 1891”. O.C., t. 12, p. 504.

[6] José Martí: “Libros”. O.C.,  t. 18, p. 290.

[7] Es conocido que el término utopía a lo largo de la historia ha tenido diferentes interpretaciones. Tomás Moro inicia la tendencia de comprender la utopía como un pensamiento crítico, alternativo. Después del fracaso de las revoluciones de 1848, la burguesía utiliza el término para designar lo irrealizable. El marxismo por su parte al considerar que no sólo se requiere del conocimiento de las necesidades, sino también de las posibilidades de realización, comienza a diferenciar las utopías como proyectos políticos. En la década del 60 cuando los países exsocialistas se consideraban llegando al comunismo, pensadores como los de la escuela de Frankfurt plantearon el fin de la utopía, que en los medios burgueses se divulga como ausencia de ideas alternativas, y con ello daban una imagen eterna del capitalismo. Por nuestra parte, en Cuba, la solución al  respecto aparece en el libro Un grano de maíz: Conversación con Tomás Borge, donde Fidel Castro plantea que somos utópicos en el sentido de tener esperanzas en la transformación justa de la sociedad y que el hecho de pensar en ello es ya construirla. (Capítulo XIII) Oficinas de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1992.

[8] José Martí: “Libertad, ala de la industria”. La América. 3 de septiembre de 1883. O.C.,  t. 9, p. 451.

[9] José Martí: “El poema del Niágara”. Nueva York, 1882. O. C.,  t. 7, p. 230.

[10] José Martí: “La democracia práctica”. Revista Universal de México. 7 de marzo de 1876. O.C.,  t. 7, p 349.

[11] José Martí: “La democracia práctica”. Revista Universal de México. 7 de marzo de 1876. O.C.,  t. 7, p 347.

[12] José Martí: “Libertad, ala de la industria”. La América, septiembre de 1883. O.C.,  t. 9, 451.

[13] Emilio Roig de Leuchsenring: Tres estudios martianos. Colección de Estudios Martianos. Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1983. P. 68.

[14] José Martí: “Los clubs”. Patria, 11 de junio de 1892. O.C.,  t. 2, p. 17.

[15] Roig de Leuchsenring, Emilio. Idem, p. 75.

[16] Velázquez López, Alberto: “El pensamiento martiano en la docencia universitaria de teoría sociopolítica: algunas consideraciones teóricas y metodológicas”. Alberto Velázquez López y Ada Bertha Frómeta Fernández. Selección de Lecturas de Teoría Sociopolítica. Universidad de La Habana. (En proceso de edición)

[17] José Martí: “Discurso en el Liceo Cubano, Tampa, 26 de noviembre de 1891”. O. C., t. 4, p. 279.

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